Extraído del libro: "Elevadas virtudes morales del Profeta Muhammad (s.a.w.)"
Autor: Bâqer Sharîf Alî
fuente. Traducido del árabe por: Feisal Morhell
Asamblea Mundial de Ahl-ul Bait (a.s.)
En cuanto a la Señora de
las Mujeres del Universo, ella “es parte del Mensajero de Dios
(s.a.w.)”, por cuya satisfacción Dios está satisfecho y por cuyo enfado
Dios se enfada, tal como fue narrado en forma mutawâtir [1] en los textos transmitidos de su padre.[2]
Ella es quien se asemejó a su padre en sus nobles características y sus
elevadas virtudes morales, habiendo heredado de él su personalidad y
mentalidad. La siguiente es una resumida imagen de su elevada moral y de
las sublimes características con las que se distinguía
Entre las elevadas virtudes de la Señora
de las Mujeres (a.s.) se encuentra su dedicación absoluta a Dios,
Glorificado Sea, de manera que se aferraba y refugiaba en Él en todos
sus asuntos, lo cual se manifestó en sus actos de adoración. El Imam Al-Hasan (a.s.) se refirió a su adoración y profunda fe en Dios, Glorificado Sea, diciendo:
“Vi
a mi madre Fátima (a.s.) en su nicho de oración por la noche inclinada
en oración hasta que despuntó la aurora, y la escuché que suplicaba por
los creyentes y las creyentes, refiriéndose a ellos por sus nombres.
Abundaba en la súplica por ellos sin suplicar nada por ella misma, por
lo que le dije: “¡Oh madre!, ¿por qué no suplicas por ti misma?”.
Me respondió: “¡Oh hijito mío!, primero el vecino, luego la propia casa”.[3]
Dijo Al-Hasan Al-Basrî:
“No hubo en esta comunidad nadie que adorara más a Dios que Fátima
(a.s.). Ella solía permanecer erguida en oración hasta que se le
hinchaban los pies”.[4]
Ella,
que era “parte del Mensajero de Dios (s.a.w.)”, solía pasar las noches
en vela adorando a Dios, Glorificado Sea, y consagrándose a Él. Hemos
mencionado una detallada exposición de su adoración y sus súplicas en
nuestro libro “Haiât Saîidah an-Nisâ’ al-‘Âlamîn Fâtimah Az-Zahrâ’ (a.s.) - (La vida de la Señora de las Mujeres del Universo, Fátima Az-Zahrâ’, con ella sea la paz).
Su caridad para con los pobres
Una de las normativas de la Señora de
las Mujeres (a.s.) fue la caridad para con los pobres y hacer el bien a
los débiles, siendo por ella y por su esposo e hijos que fue revelada la Sûra Hal Atâ, en la que el Altísimo dice: «Y
alimentan con su comida a pesar de quererla, al menesteroso, al
huérfano y al prisionero liberto * Por cierto que solamente os
alimentamos procurando la Faz de Dios; no queremos de vosotros recompensa ni agradecimiento».
Las siguientes son algunas reseñas de sus acciones de caridad:
1. Ella
solía moler granos de trigo y cebada para los pobres de entre sus
vecinos que no podían hacerlo. Por transmitirse que ella solía hacer
eso, fue objeto de la crítica del califa Al-Mu‘tazz li Dînil·lâh, el Abasí, quien no comprendía nada en absoluto de lo que son los valores humanos, a lo cual Safîiuddîn Al-Hil·lî le respondió:
Le reprochas porque usaba el molino y molía provisiones,
En tanto tu provisión (de juicio) no deja de ser granos sin moler.
2. Solía acarrear agua con una tinaja y llevarla a los pobres de entre sus vecinos que no podían conseguir agua.
3.
En la noche de su boda con el señor de los albaceas, el Imam Amîr
Al-Mu’minîn (a.s.), su padre, el Mensajero de Dios (s.a.w.), le obsequió
un vestido para que se lo pusiera, pero al llegar la mañana no vio que
lo llevara puesto, por lo que le preguntó al respecto. Ella dijo:
“¡Oh
padre! Tocó a mi puerta una joven muchacha pobre pidiéndome algún
vestido y primero tomé mi viejo vestido para dárselo, pero recordé las
Palabras del Altísimo que dicen: «No alcanzaréis la bondad hasta que no deis aquello que os guste».[5] Y a mí me gustaba el vestido nuevo, así que preferí a esa joven por sobre mí misma y se lo di”.[6]
¡Qué alma angelical era esa! ¡Qué alma grandiosa que representó al Islam en todos sus valores! Es la misma alma de Muhammad (s.a.w.) a quien Dios, Glorificado Sea, envió como misericordia para el universo.
4. Entre las obras de caridad de la Señora de la Mujeres del Universo, se encuentra lo narrado por Ÿâbir Ibn ‘Abdul·lâh Al-Ansârî,
quien dijo: “El Mensajero de Dios (s.a.w.) rezó con nosotros la oración
de la tarde y cuando finalizó la misma permaneció sentado en dirección a
la qiblah y la gente congregada alrededor suyo. Entonces se
presentó un anciano muy entrado en años y se quejó de hambre diciendo:
“¡Oh Profeta de Dios! Me encuentro hambriento, ¡dame de comer! Estoy
desprovisto de ropa, ¡vísteme!”.
El
Mensajero de Dios (s.a.w.) le ordenó dirigirse hacia quien era “parte
de él”, y le dijo que ella le auxiliaría. El beduino fue hacia la casa
de Az-Zahrâ’ -la paz de Dios sea con ella-, la saludó y le dijo: “¡Oh hija de Muhammad! Me encuentro desprovisto de ropa y hambriento, así pues, ¡asísteme! Que Dios se compadezca de ti”.
Fátima Az-Zahrâ
(a.s.) se encontraba en estrechez económica, de manera que no
encontraba nada con que auxiliarle más que un cuero de cordero sobre el
cual dormían sus hijos Al-Hasan y Al-Husain. Le dijo: “¡Toma esto, oh anciano!”,
pero él no lo quiso y se lo devolvió. Entonces ella tomó el collar que
tenía en su cuello, se lo quitó y se lo entregó. Se lo había obsequiado
Fátima, la hija de su tío el mártir.
El beduino lo tomó y fue hacia el Profeta (s.a.w.) y le dijo: “¡Oh Mensajero de Dios! Ella me dio este collar diciéndome: “¡Véndelo! ¡Y espero que Dios te otorgue algo bueno por ello!”. El Profeta (s.a.w.) lloró y dijo: “¿Y cómo Dios no habría de darte algo bueno, desde que eso te lo dio la hija de Muhammad, la Señora de las hijas de Adán?”.
Luego, ‘Ammâr Ibn Iâser, ese hombre excelente hijo de excelentes, se
adelantó y le compró al beduino el collar por veinte dinares, doscientos
dírhams, un manto yemení y una cabalgadura que le permitiera llegar
donde su gente, y además le dio trigo y carne para comer. El aciano
partió alegre y contento suplicando por la Señora
de las Mujeres y diciendo: “¡Dios mío! No tenemos divinidad más que Tú.
¡Dios mío! Otorga a Fátima lo que no ha visto ningún ojo ni escuchado
oído alguno”.
‘Ammâr
tomó el collar y lo perfumó con almizcle; lo envolvió en una tela
yemení y se lo dio a un esclavo suyo diciéndole: “Toma este collar y
entrégaselo al Mensajero de Dios (s.a.w.), y tú mismo quédate a su
servicio”. El esclavo fue y entregó el collar al Mensajero de Dios
(s.a.w.), quien a su vez le ordenó dirigirse hacia la Señora de la Mujeres. Ella tomó el collar y liberó al esclavo. Cuando el Profeta (s.a.w.) se enteró, sonrió y dijo:
“¡Qué
gran bendición la de ese collar!, satisfizo a un hambriento, vistió a
un desnudo, enriqueció a un pobre, liberó a un esclavo y (finalmente)
volvió a su dueño”.[7]
Su pudor y Hiÿâb
Entre las elevadas pautas de moral de la hija del Mensajero de Dios (s.a.w.) se encuentra el pudor y el hiÿâb
o correcta vestimenta islámica, habiendo alcanzado el apogeo de tal
expresión, brindando a la mujer musulmana lecciones para ser maestra de
generaciones y formadora de hijos probos que fueran luz de los ojos de
sus padres y madres, y de su nación. Las siguientes son algunas reseñas
de su pudor:
1. Narró el Imam Amîr Al-Mu’minîn (a.s.):
“Un
ciego pidió permiso para ingresar adonde se encontraba Fátima (a.s.) y
ella se cubrió. Su padre le preguntó: ‘¿Por qué te cubres siendo que él
no te ve?’. Le contestó: ‘Si bien él no me ve, yo sí le puedo ver’.
El Profeta (s.a.w.) celebró ello y elogió a su hija diciendo: ‘Testimonio que tú eres parte de mí’.”.[8]
La
hija del Mensajero de Dios (s.a.w.) alcanzó el más elevado nivel de
recato, pudor y pureza. La mujer musulmana debe seguir el ejemplo de la Señora de las Mujeres para construir una sociedad islámica basada en el honor y la virtud.
2. El Imam Amîr Al-Mu’minîn (a.s.) formuló la siguiente pregunta a la hija del Mensajero (s.a.w.): “¿En qué momento la mujer se encuentra más cerca de su Señor?”. Ella le respondió: “Cuando permanece en el entorno de su casa”. El Imam (a.s.) le comentó su respuesta al Mensajero de Dios (s.a.w.) y éste dijo: “Ha dicho la verdad. Por cierto que Fátima es parte de mí”.[9]
El hiÿâb
constituye un ornamento y honor para la mujer, de manera que cuando se
ornamenta con el mismo se encuentra en el sitio más elevado, en la
posición más preciada, y obtiene la consideración de todos. En cambio,
si es desvergonzada y está ligera de ropas, la sociedad no la valora y
no encuentra lugar en las almas.
El hiÿâb de la Señora de las Mujeres (a.s.) conforma una luz y guía para toda joven virtuosa que anhele vivir siendo apreciada en la sociedad.
[1] Mutawâtir:
narración con numerosas y diferentes cadenas de transmisión no
conectadas entre sí al punto que no queda probabilidad de confabulación
en la mentira o mutua influencia en el equívoco. (N. del T.)
[2] Haiât Saîidah an-Nisâ’ al-‘Âlamîn Fâtimah Az-Zahrâ’ (a.s.), por el mismo autor del presente escrito, p.78.
[3] Ibíd., p.71.
[4] Ibíd., p.71.
[5] Sûra Âl ‘Imrân; 3: 92.
[6] Haiât Saîidah an-Nisâ’ al-‘Âlamîn Fâtimah Az-Zahrâ’ (a.s.), por el mismo autor de este escrito, pp. 65 y 66.
[7] Ibíd., pp.66 y 67.
[8] Ibíd., pp.69 y 70.
[9] Al-Ÿa‘farîiât, p.95.
fuente: http://iccigadir.blogspot.com
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