10.6.11

La condición de la mujer en la visión general del Islam




Por Prof. Morteza Mutahhari

El Islam reconoce al hombre como el comprador y a la mujer como la propietaria de las
mercancías necesarias. A los ojos del Islam cuando la pareja casada vive junta, es el hombre
quien se debería considerar el beneficiario y hacerse cargo de los gastos familiares.
El hombre y la mujer no deberían olvidar que en materia de amor les son asignados
dos papeles diferentes. La unión será estable, firme y armoniosa, solamente cuando ambos
obren dentro de sus funciones naturales.
Como primera cuestión, el Santo Corán no es solamente una colección de leyes. No
contiene simplemente una serie de fríos mandamientos y leyes sin comentarios. El Corán
contiene tanto leyes como relatos, tanto la exhortación como la interpretación de la creación
e innumerables materias. Precisamente como el Corán pone normas de acción en forma de
leyes en algunas ocasiones, también así comenta sobre la existencia y el ser. Explica los
secretos de la creación de la tierra y el cielo, las plantas, los animales y la humanidad, los
secretos de la vida y la muerte, la grandeza y el sufrimiento, el crecimiento y la decadencia,
la riqueza y la pobreza.
El Corán no es un tratado de filosofía, pero ha expresado explícitamente sus puntos de
vista relativos a los tres tópicos básicos de la misma: el universo, la humanidad y la
sociedad. El Corán no solamente enseña sus leyes a los creyentes y no solamente exhorta y
aconseja, sino que también dota a sus seguidores con un pensamiento particular, una
particular visión del mundo, por medio de su interpretación de la creación. El fundamento
de todos los mandamientos relativos a cuestiones sociales, como por ejemplo, la propiedad,
el gobierno, los derechos familiares, etc., se encuentra en esta misma explicación que el
Corán da de la creación y de las cosas del mundo.
Hemos creado a la mujer de la naturaleza del hombre y de la misma esencia que la
del hombre.
«...Quien te creó de un solo ser, del que creó a tu cónyuge» (4:1)
No hay vestigios en el Corán de que se encuentre en algún Libro sagrado que la mujer
fue creada de una especie inferior a la del hombre, que ello le dio a la mujer el carácter de
parásito o que la cónyuge de Adán fue creada de un parte tomada de su cuerpo. Además,
en el Islam no hay una visión despectiva de la mujer respecto a su naturaleza y constitución
innata.
En cualquier parte que el Corán describe la cuestión de la tentación de Satán, usa el
pronombre en la forma dual (refiriéndose a dos personas). Dice «Satán les tentó» (7:20). «Así
les condujo por medio del engaño» (7:22)
De esta manera, el Corán refuta firmemente la concepción equívoca que prevaleció en
cierta época y que aún se encuentra en ciertas partes y entre cierta gente de este mundo,
librando a la mujer de la acusación de ser la tentación y un instrumento del demonio.
El Corán, por otra parte, ha dejado explícitamente claro en un gran número de aleyas
que la vida se recompensa después de la muerte y que la proximidad a Dios no depende
del sexo sino de la fe y las obras realizadas, no importando si son de hombres o mujeres.
Por cada gran hombre piadoso el Corán menciona a una gran mujer piadosa junto a él. Las
esposas de Adán e Ibrahim (Abraham) y las madres de Musa (Moisés) e Isa (Jesús), son
mencionadas con gran estima. Aunque el Corán se refiere a las esposas de Nuh (Noé) y Lut
(Lot) como indignas de sus maridos, no ignora a la esposa del Faraón como una mujer
distinguida bajo el control de un hombre detestable. Se puede decir que el Corán busca
intencionadamente mantener un equilibrio en sus relatos y el papel dirigente en ellos no
está limitado al hombre.
En la historia del Islam hay muchas mujeres piadosas y distinguidas. Pocos hombres
capaces pueden alcanzar el alto status de Jadiya (la primer mujer del Profeta y la esposa
más querida). Fue la primer persona que creyó en él como profeta y le dio un firme apoyo
en los difíciles años iniciales en su misión, y ningún hombre excepto el Santo Profeta y Alí
logran la condición de Fátima Zahra, hija del Santo Profeta.
El Islam no hace ninguna diferencia entre el hombre y la mujer en el trayecto de este
mundo hacia al-Haqq (la Verdad, es decir, hacia Dios). La única diferencia que el Islam hace
es en el viaje de al-Haqq hacia este mundo, en la vuelta hacia la especie humana trayendo el
mensaje profético, reconociendo al hombre como más apropiado.
«El amor de las mujeres es uno de los principios éticos de los profetas»
El Islam considera el matrimonio sagrado. El último Profeta acostumbraba a decir: «Yo
aprecio tres cosas: el perfume, las mujeres y la oración».
Bertrand Russell dice: «En todos los códigos de conducta moral aparece un tipo de
aversión a las relaciones sexuales, excepto en el Islam. El Islam ha dispuesto regulaciones y
limitaciones con respecto a esta relación por razones sociales pero nunca las ha considerado
abominables o impuras».
Otra opinión denigrante sostenida sobre la mujer se refiere a que es solamente un
medio para dar a luz hombres y que fue creada para los hombres.
Estas ideas nunca se pueden encontrar en el Islam, donde se explican nítidamente los
fundamentos de la causa final y se dice claramente que la tierra y el cielo, las nubes y los
vientos, las plantas y los animales, todo ha sido creado para el hombre. Pero nunca dice
que la mujer ha sido creada para el hombre. El Islam dice que el hombre y la mujer fueron
creados el uno para el otro:
«Ellas son una vestidura para vosotros y vosotros una vestidura para ellas» (2:187)
De lo que se ha dicho arriba queda claro que, tanto desde el punto de vista filosófico
como desde la explicación de la creación de la naturaleza, el Islam no sostiene ninguna idea
despectiva ante las mujeres.
Equidad pero no uniformidad
El Islam mantiene que el hombre y la mujer, sobre la base de la misma realidad,
difieren en muchos aspectos. El mundo no es exactamente igual para ambos y sus
naturalezas y genios o tendencias no están destinadas a ser las mismas. Particularmente
esto requiere que en muchos deberes, derechos y sanciones, no tengan un rango o posición
idénticos.
En el mundo occidental están intentando ahora crear leyes, regulaciones, derechos y
funciones idénticos y uniformes para el hombre y la mujer, mientras ignoran todas sus
innatas diferencias. Es aquí donde se fundamenta o encuentra la diferencia entre la
perspectiva islámica y la de los sistemas occidentales. Así, la disputa entre la gente que
sostiene los derechos islámicos, por un lado, y quienes apoyan al sistema occidental por
otro, se centra en la identidad y exacta igualdad de los derechos del hombre y la mujer y no
en la equidad o paridad de derechos. «La igualdad de derechos» es una etiqueta falsificada
que los seguidores de Occidente han adherido como souvenir occidental.
En mis escritos, conferencias y charlas, siempre evito el uso de este rótulo falso y el uso
de esta frase que no significa más que «uniformidad» e «identidad» de derechos para el
hombre y la mujer, en lugar de la genuina igualdad -equivalencia- de derechos. No estoy
diciendo que no tenga sentido en ninguna parte del mundo la reivindicación que se ha
hecho o se hace de la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, ni estoy diciendo
que todas las leyes pasadas y presentes en el mundo relativas a los derechos de la mujer y
el hombre fueron aprobadas sobre la base de la igualdad de méritos y estima y que así fue
eliminada la identidad.
No, no digo eso. Europa antes del siglo XX es la mejor evidencia. Entonces la mujer,
legalmente, como prácticamente carecía de todo derecho humano, no tenía ni identidad ni
equivalencia de derechos con el hombre. En el súbito movimiento que se desarrolló en
menos de un siglo en nombre de la mujer y para la mujer, adquirió casi los mismos
derechos del hombre. De todos modos, considerando su estructura natural y sus
necesidades físicas y espirituales, nunca tuvo derechos equitativos a los del hombre. Pero si
desea adquirir los derechos equivalentes a los del hombre y la felicidad, la única manera de
lograrlo es olvidándose de la identidad de derechos con el hombre y teniendo fe en los
derechos propios de ella. Solamente de esta manera puede lograrse la unidad y sinceridad
real entre el hombre y la mujer y solamente entonces la mujer obtendrá una felicidad igual
o mayor que la del hombre.
LAS DIFERENCIAS ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER
En la filosofía occidental la dignidad personal del género humano ha sido destruida
todo lo posible y su condición completamente envilecida.
Respecto a la creación del hombre y las causas que le dieron existencia, respecto al
propósito de la Creación con él y la estructura de su ser y existencia y respecto a las
motivaciones y estímulos para su actividad, su conciencia y sentido moral, el mundo
occidental lo ha reducido al nivel más ínfimo. Con ésto como fondo, Occidente publica una
gran declaración acerca de la dignidad y valor del género humano, su honor y nobleza
innatas, sus sagrados e inalienables derechos.
La mayoría de las desgracias del ser humano resultan de considerar que la creación no
tiene un designio o propósito y considerar que el objetivo de la vida no es otro que gozar
de las cosas materiales y no se sabe nada fuera de eso.
El problema destacado de la sociedad humana de hoy es que el hombre ha olvidado lo
que el Corán llama su «ser» y también a Dios.
Aparte de la controversia en cuanto a si las disparidades entre el hombre y la mujer
necesariamente producen diferencias en sus derechos y deberes concernientes a las
cuestiones familiares, este fenómeno es uno de los más asombrosos de la obra de la
creación, es una lección de la Unicidad de Dios y Su conocimiento, un signo y una
inducción del sabio y eficiente orden del universo y clara evidencia que prueba que el
proceso de la creación no se basó en una simple casualidad, que la naturaleza no marcha en
su proceso ciegamente, como por la oscuridad. Es una esclarecedora prueba de la realidad
que el fenómeno del universo no se puede explicar sin invocar al principio fundamental de
una causa última.
Para llegar a su propia meta y preservar su naturaleza, el gigantesco aparato de la
creación ha traído a la existencia el gran proyecto de la reproducción.
De su propio taller, hembras y machos de la misma especie son continuamente traídos
a la vida. Desde entonces, con objeto de mantener y prolongar la existencia de las
generaciones subsiguientes, se requiere la cooperación de los dos sexos, especialmente en la
especie humana, y para persuadir a ambos sexos a ayudarse mutuamente en este trabajo,
fue dispuesta su unión y unidad. Ello ha sido dispuesto de tal manera, que la imposición
personal y la búsqueda del interés propio, natural en todo ser viviente, se transforma en
servicio, cooperación, indulgencia y abnegación.
Los dos sexos son creados con el deseo de vivir juntos y para hacer el plan totalmente
práctico se establecen notables diferencias físicas y mentales entre ellos para que sus
cuerpos y almas puedan unirse mejor. Estas diferencias son la fuente de la mutua atracción
y están diseñadas para que el compañero y la compañera se sientan mutuamente
enamorados. Si la mujer hubiese tenido el cuerpo, espíritu, maneras y comportamientos del
hombre, le habría sido imposible atraer al hombre y que éste ansiara la unión con ella.
Igualmente, si el hombre tuviese todos los atributos mentales y físicos de la mujer, hubiera
sido imposible para ésta considerarlo el hombre de su vida y pensar que su arte es
conquistar su corazón.
No obstante, si el marido no actúa de acuerdo al normal código de conducta o existen
otras causas que hacen el matrimonio insostenible ¿Qué se debería hacer?
El DERECHO AL DIVORCIO
«O se retiene a la mujer tratándola como se debe o se la deja marchar de buena
manera...
Cuando repudien a sus mujeres y éstas alcancen sus términos prescriptos, retenedlas
como se debe o dejadlas en libertad como se debe. No las sujetéis a la fuerza en violación
(de las leyes de Dios)» (Corán, 2:229-231)
El divorcio es un derecho natural del hombre en función de tener un comportamiento
correcto con su mujer. El comportamiento normal del marido implica que si quiere vivir
con su esposa debería atenderla conveniente y decorosamente, respetar sus derechos y
comportarse cariñosamente con ella. En caso de que no haya posibilidad de seguir viviendo
juntos, debe concederle el divorcio a ella, cortés y bondadosamente, es decir, no debería
obstruir o impedir el divorcio. Debería pagarle lo que le debe e incluso algo más, como
expresión de gratitud:
«... proveedles, no obstante,... el hombre acomodado según sus recursos, el hombre
pobre según los suyos...» (Corán, 2:236)
e informarle del fin de la relación como marido y mujer.
Queremos decir, ¿qué deberíamos hacer si nos encontramos con un hombre que no
desea vivir con su mujer pero no se comporta de una manera amable, no aplica en los
criterios familiares los procedimientos islámicos, ni deja libre a la mujer para elegir su
propio destino o, en otras palabras, no le importa cumplir con las responsabilidades de la
vida matrimonial, no le interesa hacer confortable la vida de su mujer ni consciente en
divorciarse de ella?
El jurisconsulto Ayatollah Hilli dice sobre cuando un hombre no cumple sus deberes
con su mujer y elude el divorcio: «Hay dos procedimientos; uno de ellos es que la
autoridad religiosa, teniendo derecho a intervenir, lo haga. Y concediendo el divorcio deje
solucionada la situación definitivamente. El otro procedimiento es que la propia mujer, al
igual que el hombre, debería abstenerse de cumplir con su parte del contrato.
«En el Corán en la sura al-Baqarah, las aleyas 229-231 fueron reveladas en relación con
el periodo de iddah y la anulación del divorcio, arrojando luz sobre el curso de acción
apropiado para él, incluso así, se le aconseja que la revocación debe ser hecha con la
intención de conducirse reflexivamente, cuidando a la mujer, sin afligirla o perjudicarla. Sin
embargo no se limitan exclusivamente a este caso. Ponen un principio general y los
derechos de la mujer para todas las épocas y situaciones.»
La mujer tiene otorgado el derecho al divorcio
El divorcio es un derecho peculiar del hombre. Sin embargo, el hombre puede dar a su
mujer el derecho al divorcio mediante un poder con atribuciones categóricas o, en
circunstancias especiales, por cuenta propia. Esto también es aceptable de acuerdo a la
jurisprudencia islámica.
Así, desde el punto de vista del derecho islámico, la mujer no tiene ningún derecho
innato al divorcio, pero como derecho estipulado, es decir, bajo la forma de condición
contenida en el contrato matrimonial, lo puede tener.
Ver «Los derechos de la mujer en el Islam» -
Organización de Propagación Islámica - Teherán - Irán

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