4.12.11

La Tragedia de Karbalâ' - Día 8



Preparado por: La Asamblea Mundial de Ahlul Bait (a.s.)
y el Instituto de Cultura y Ciencias del Islam “Al-Gadîr”.


Día 8: La Tragedia de ‘Alî Akbar


en verdad que la tierra y el tiempo no han visto Compañeros más leales que los de Al-Husain (a.s.), personas que mientras estuvieron con vida, no permitieron que la Gente de la Casa del Profeta (s.a.w.) pusiera los pies en el campo de batalla… Pero instantes después de que el último de ellos cayera, llegó el momento de que los jóvenes hashemíes también se dirigieran al degolladero de la pasión.

‘Alî ibn Al-Husain, el hijo del Imam Al-Husain (a.s.), conocido como ‘Alî Akbar, fue el primero de la familia del Imam que requirió permiso para dirigirse al campo de batalla.
Tanto por parte de padre como por parte de madre ‘Alî Akbar (a.s.) se vinculaba a las más nobles personas. Sus padres y abuelos paternos no necesitan ser presentados. Su abuelo materno, ‘Urwah ibn Mas‘ûd az-Zaqafî, fue alguien que alcanzó el martirio en el camino de la difusión de la religión. El Profeta (s.a.w.) le había descrito diciendo: “He visto a ‘Îsa ibn Mariam (Jesús, con él sea la paz), y ‘Urwah ibn Mas‘ûd es quien más se le asemeja”. Asimismo, se contaba entre los cuatro grandes señores de los árabes.
‘Alî Akbar tenía en extremo un buen comportamiento y un bello rostro, y a causa de su gran parecido con el Profeta (s.a.w.), los Compañeros le miraban a él cada vez que extrañaban al Profeta (s.a.w.).
Cierto día, cerca del mediodía, en que la Caravana de Pasión se trasladaba desde La Meca hacia Karbalâ’, hicieron un alto en una morada. Allí, el Imam (a.s.) se sumió en un ligero sueño y luego de unos momentos expresó: “He visto a alguien que clamaba: “¡Estáis marchando y la muerte se mueve tras de vosotros!”. Alî Akbar le dijo al Imam (a.s.): “¡Padre! ¿Acaso no estamos con la verdad?”. El Imam (a.s.) le respondió: “Así es, hijo mío. ¡Juro por Dios que nosotros estamos con la verdad!”. He ahí que ‘Alî Akbar dijo con bravura: “¡Entonces no tenemos miedo de la muerte!”. Al Imam Al-Husain (a.s.) le embargó un sentimiento de beneplácito y expresó: “¡Hijo mío! ¡Que Dios te brinde la mejor recompensa que un padre puede dar a su hijo!”.

En cuanto a la mañana de ‘Ashûrâ’…

El proceder del Imam (a.s.) consistía en que, por compasión y sensibilidad, a quien le requería permiso para dirigirse al campo de batalla, al principio no se lo concedía. Pero esta vez fue diferente. Ni bien ‘Alî Akbar solicitó el permiso, el Imam se lo concedió… Esa fue la tradición del Mensajero de Dios (s.a.w.), quien -a diferencia de otros líderes que mantenían a sus allegados alejados de las batallas- durante las expediciones militares enviaba a la guerra a sus allegados antes que a los demás.
Al-Husain (a.s.) echó una desesperanzada mirada al porte de su bravo hijo y seguidamente bajó su mirada, y lloró…
Luego de que enviara a ‘Alî Akbar al campo de batalla, el Imam (a.s.) elevó su mirada al cielo, y tomándose de la barba, dirigió a Dios la siguiente letanía: “¡Dios mío! Sé testigo que se ha dirigido a combatir a esa gente un joven que es el más parecido entre la gente, tanto en constitución como en carácter y habla, a Tu Mensajero, de modo que cada vez que extrañábamos al Mensajero mirábamos su rostro”.
Entonces recitó esta aleya: «Ciertamente que Dios eligió a Adán, a Noé, a la familia de Abraham y a la familia de ‘Imrân por sobre los seres del universo; descendencias unas de otras. En verdad que Dios es el que escucha, el Sabio».
‘Alî Akbar galopó hacia el ejército enemigo recitando versos de batalla y derribó numerosos soldados de Iazîd.


Poco a poco, la sed y las diversas heridas hicieron que el ardor y fuerzas de ‘Alî Akbar flaquearan, y uno de los enemigos logró descargarle un golpe sobre la cabeza. La sangre cubrió su rostro y le derribó. ‘Alî Akbar rodeó con sus manos el cuello de su caballo aferrándose para no caer al suelo, pero por la aglomeración del enemigo, en vez de llevarle de regreso a las tiendas, el caballo le condujo al corazón del ejército enemigo. Los sanguinarios soldados de Iazîd rodearon el caballo y asestaron golpes de espada a su cuerpo desde todas direcciones, de modo que, según se ha trasmitido, le destrozaron en pedazos.
Fue en esa situación que ‘Alî Akbar se dirigió a su padre clamando: “¡Oh padre! ¡Contigo sea la paz! ¡He aquí a mi abuelo el Mensajero de Dios (s.a.w.) que ha venido a mi lado y me hace beber de una copa llena de agua…!”.

El Imam (a.s.) rápidamente llegó hasta donde se encontraba su cuerpo. Puso su cara junto a la suya y dijo: “¡Que el mundo se desvanezca después de ti!”.
Según la Ziârah o salutación de visita transmitida del Imam as-Sâdiq (a.s.), en ese momento el Imam Al-Husain lanzó al cielo un puñado de su sangre y lo sorprendente es que ni una gota retornó al suelo…
Al observar esta escena, Zainab salió presurosa de la tienda mientras clamaba: “¡Oh hermano! ¡Oh hijo de mi hermano!”, y se lanzó sobre el cuerpo de ‘Alî Akbar. El Imam (a.s.) la tomó haciéndola volver a las tiendas y dijo a los jóvenes: “¡Coged a vuestro hermano y llevadle a las tiendas!”…
Así es. El Imam llevó él mismo los cuerpos de todos los mártires a las tiendas, a excepción de dos, por cuyo martirio sintió que se quebraba: su hijo ‘Alî Akbar y su hermano Abûl Fadl Al-‘Abbâs, con ambos sea la paz…
«¿Acaso no es así que la maldición de Dios recae sobre la gente opresora?»…
«Y pronto sabrán aquellos que tiranizaron a qué destino se dirigen».

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