El día 28 de Safar corresponde al aniversario del martirio del Santo Profeta del Islam, Hazrat Muhammad al-Mustafa (Bpd) y de Imam Hassan (P), el último día del mes de Safar es el aniversario del martirio de Imam Reza (P). En esta triste ocasión de luto por la conmemoración del martirio del Santo Profeta del Islam, Hazrat Muhammad, de Imam Hassan (P) y de Imam Reza (P) expresamos nuestro dolor y sinceras condolencias a los millones de musulmanes de la Ummah y a todos los amantes de Ahlul Bait (P) en el mundo. |
Biografía del Profeta Muhammad (Bpd)
Nombre: Muhammad
Título: Al-Mustâfâ, Al-Amîn, Ar-Rasûl
Kunyat: Abul Qasim
Nació: El 17 del mes de Rabi’al-Auwal del año 53 antes de la Hégira (4 de mayo de 570 d.C.)
Su padre:Abdul.lah Ibn Abdul Muttâlib
Su madre:Âminah Bint Wahab
Murió: El día 28 del mes de Safar del onceavo año después de la Hégira (23 mayo de 632 d.C.) a la edad de los 63 años.
EL NACIMIENTO Y LA INFANCIA DE MUHAMMAD (BP)
El nacimiento de la luz
La Ciudad de La Meca se había sumergido en la oscuridad y la envolvía un gran silencio. No se veían señales de vida ni actividad, únicamente la luna, como era costumbre, ascendía despacio por detrás de las negras montañas que rodeaban la ciudad, y extendía sus suaves y delicados rayos sobre los sencillos edificios y sobre el camino pedregoso que conducía a ésta.
Poco a poco llegó la media noche, una brisa suave y agradable cubrió el ardiente territorio el Hiÿâz y por un corto tiempo lo invitó a descansar, tan sólo se dejaba ver el brillo de las estrellas que iluminaban y brindaban placer a los ciudadanos.
Las aves madrugadoras así como las que pasan en vela la noche con voces placenteras alegraban las almas en ese ambiente paradisíaco, tal y como si se secretearan con su enamorado.
La orilla del horizonte de La Meca se encontraba en el umbral de la aurora, sin embargo, aun reinaba un silencio ambiguo sobre la ciudad.
Todos se encontraban dormidos, sólo Âminah Bint Wahab estaba despierta y sentía los dolores, dolores de la espera que poco a poco se volvían más y más intensos.
Repentinamente vio entrar en su habitación a unas damas agradablemente perfumadas, desconocidas y luminosas. Se encontraba atónita. ¿Cómo era posible que aquellas damas entraran en su aposento sin ella darse cuenta?[1]
Rompió el alba. No pasado mucho tiempo Âminah dio a luz a su querido niño, y por fin en la madrugada[2] del diecisiete del mes de Rabi’al-Auwal del año 53 antes de la Hégira (4 de mayo de 570 d.C.), se iluminaron sus ojos al ver a su esperado hijo.
Todos en la casa se felicitaron al enterarse del nacimiento del pequeño. El nacimiento de Muhammad había encendido el dormitorio de Âminah, obscurecido por el reciente fallecimiento de su esposo ‘Abdul.lah Ibn ‘Abdul Muttalib (545-570 d.C.), que al regreso de un viaje a Ash-Shâm (Siria) murió en Medina, en donde fue enterrado, dejando a Âminah sola y desconsolada.[3]
Muhammad (BP), el niño milagroso
Muhammad, llegó al mundo acompañado de extraordinarios acontecimientos tanto en el cielo como en la tierra, especialmente en el Medio Oriente que en ese entonces era el centro de la civilización. Fueron estos acontecimientos los que hicieron que el mundo se enterara rápidamente de la nueva noticia y puesto que este niño terminaría con las viejas costumbres y supersticiones y traería nuevas bases y fundamentos para la evolución y progreso de la humanidad, desde el primer día de su nacimiento hizo sonar la campana del “despertar”.
El palacio de Anûshîrvân (el sasánida Cosroes I el Grande que reinó entre 531-579 d.C.), que suponía su poder y monarquía sería eterno e impresionaba a quien lo miraba, la noche del nacimiento de Muhammad (BP) tembló y catorce[4] almenas de sus murallas se derrumbaron. Así también se apagó en un instante el templo del Fuego de los persas[5], que había ardido permanentemente durante mil años.
Las cenizas de su ídolo adorado fueron el vivo testimonio de la verdad que emergía señalando un nuevo camino. Las señales prodigiosas se multiplicaban. Los lagos de “Sâveh” (al S.E. de Eshtehard y S.O. de Danesfahân, Irán) se secaron repentinamente[6] haciendo que las personas de entendimiento se asombraran ante tantas prodigiosas coincidencias y reflexionaran sobre su significado.
Halîmah, la nodriza del pequeño Muhammad (BP)
Entre los árabes, durante muchos años fue costumbre que al nacer un pequeño, lo entregaran a un ama de leche que fuera de alguna de las tribus que habitaban en los alrededores de la ciudad, para que creciera en el ambiente puro y natural del desierto, aprendiera a hablar árabe con acento original[7] y el estilo puro que se conservaba entre los beduinos.
Por ello, y dado que Âminah no tenía leche suficiente para amamantar a su pequeño, Abdul Muttalib Ibn Hashim, abuelo y tutor de Muhammad (BP), pensó que lo mejor sería contratar a una mujer segura, digna y honorable para que se encargara de su querido nieto, el único recuerdo de su hijo. ‘Abdul Muttalib después de buscar e investigar escogió a Halîmah Bint Abi Dhu’ayb, mujer casta y virtuosa de los “Banî Sa‘d (clan conocido por su valentía y clara lengua) de la tribu de los Banî Haûâzan. Halîmah llevó a Muhammad (BP) a su tribu y cuidaba de él como si fuese su hijo.
Hacía tiempo que el clan de los Banî Sa‘d carecía de víveres. El desierto seco y la falta de lluvias habían acentuado su pobreza y carestía; pero desde aquel día que Muhammad (BP) llegó a casa de Halîmah, trajo consigo para ellos bienestar y abundancia. La vida, llena de carencias que sufrían, se convirtió en una existencia llena de felicidad y prosperidad, y los rostros pálidos de ella y sus hijos se volvieron lozanos y brillantes. Su pecho que estaba secó se lleno de leche, y los pastizales de los borregos y camellos de esa región reverdecieron, manifestando claramente el contraste con su situación anterior y la actual de las tribus vecinas.
Muhammad (BP) crecía más rápido que los demás niños, era el más ágil corriendo y hablaba sin defectos de pronunciación. Por donde iba lo acompañaban la abundancia y la bendición y los que estaban cerca de él fácilmente se daban cuenta de ello, inclusive lo confesaban; de tal forma que Hâriz, el esposo de Halîmah le dijo a ésta:
“¿Te has dado cuenta? Muhammad (BP) es un niño con una bienaventuranza especial. Y nosotros hemos tenido la buena suerte de tomarlo como ahijado”.[8]
Muhammad (BP) en un diluvio de acontecimientos
Apenas habían transcurrido seis primaveras[9] de la vida del generoso Muhammad (BP) cuando su madre Âminah lo llevó de viaje para visitar a sus familiares y la tumba de su esposo ‘Abdul.lah en el año 46 antes de la Hégira (577 d.C.).
Después de permanecer unos días en Medina en casa de su familia, y de visitar largamente la tumba de su amado esposo, en el camino de regreso, antes de llegar a La Meca su amada madre enfermó y falleció en un lugar llamado Abvâ’[10] región que se encuentre entre La Meca y la Ciudad de Medina— donde fue enterrada con ayuda de una de sus sirvientas. Tras lo sucedido, llevaron al pequeño Muhammad (BP) con su abuelo, de vuelta a La Meca.
Fue así como Muhammad (BP), a esa edad en que un niño está más sediento de amor y afecto, perdió a sus padres.
El rostro de Muhammad (BP).
Así como el nacimiento del Mensajero del Islam y los acontecimientos que sucedieron después de éste fueron extraordinarios, su infancia, su forma sorprendente adulta de expresarse y su formal comportamiento, lo hacían un ser excepcional entre los demás niños de su edad. ‘Abdul Muttalib, que conocía todo ello, mostraba a su nieto un sorprendente respeto.[11]
Abû Tâlib, tío de Muhammad (BP) decía: “Nunca he oído de Muhammad (BP) decir una mentira, ni visto acto indebido o tontería en él, nunca se ríe sin razón ni dice palabras sin sentido y la mayoría del tiempo lo pasa tranquilamente, alejado del bullicio y pasatiempos de los otros niños”.[12]
Cuando Muhammad (BP) cumplió los siete años, los judíos dijeron: “Hemos leído en nuestros Libros que el Profeta del Islam no ingiere de las comidas prohibidas y se abstiene de aquellas que duda, no está de más que le hagamos una prueba a este sorprendente niño, para saber a qué atenernos con él”.
Los judíos robaron un pollo y lo regalaron a Abû Tâlib. Todos en la casa comieron de éste ya que ignoraban que había sido robado. No obstante Muhammad (BP) ni siquiera lo tocó. Cuando le preguntaron la causa dijo:
“Dios, me cuida de aquello que es prohibido, y este pollo es alimento prohibido”.
En otra ocasión los judíos compraron un pollo al vecino, prometiendo que más tarde se lo pagarían, pero con la intención de no hacerlo, y lo llevaron de regalo a casa de ‘Abdul Muttalib. Esta vez, al igual que la anterior, Muhammad (BP) tampoco comió y dijo que tenía duda de que fuese lícita. Cuando los judíos se enteraron, quedaron atónitos y dijeron que ese niño poseía dignidad, conocimiento y posición muy alta y privilegiada.[13]
‘Abdul Muttalib, el jefe de Quraîsh, no trataba a Muhammad (BP) como a los demás niños, sino que tenía para él un trato y consideración muy especiales.
Cuando preparaban un lugar especial para ‘Abdul Muttalib —ya que era el guardián de la casa de Dios— cerca de la Ka‘bah, y sus hijos lo rodeaban, su gran personalidad impedía que alguien se acercase, sin embargo Muhammad (BP) no se dejaba dominar por esa suntuosidad, y directamente se dirigía al lugar especial donde se encontraba ‘Abdul Muttalib y se sentaba junto a él, acto que ninguno de sus hijos o de sus otros nietos se atrevía a hacer. Así, cuando los hijos de ‘Abdul Muttalib trataban de impedírselo, éste les decía: “¡Dejen pasar a mi hijo! ¡Juro por Dios, que él es dueño de una posición muy elevada!”
Entonces Muhammad (BP) se sentaba al lado del “Señor del Quraîsh” y se ponía a conversar con él.[14]
REMINISCENCIAS DE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA DE MUHAMMAD (BP)
Protección y apoyo de ‘Abdul Muttalib
Muhammad (BP) pasó su infancia huérfano y bajo la protección de su abuelo ‘Abdul Muttalib y después de que éste falleció en el año 44 antes de la Hégira (579 d.C.), estuvo bajo la tutoría de su bondadoso tío Abû Tâlib, quien además se convirtió en el guardián de la Ka‘bah.
Parece que esta terrible prueba de perder a sus padres en la infancia, así como las lecciones de humildad, tolerancia y paciencia frente a cualquier acontecimiento eran necesarias para solidificar las bases de la gran personalidad de Muhammad (BP) y para soportar la carga de la Misión Profética que años después estaría bajo su responsabilidad.
Muhammad (BP), poco a poco iba creciendo y se acercaba al período de la adolescencia, que es el período de jovialidad de los instintos y el vigor interno. No obstante haber quedado privado de la bondad de su madre y la gracia y cariño de su padre, Abû Tâlib como obligación moral y por las enfáticas recomendaciones de su padre ‘Abdul Muttalib, lo cuidaba y protegía. Muhammad (BP), en realidad tenía para él un triple significado: el de ser un niño, el recuerdo de su hermano ‘Abdul.lah y de su padre ‘Abdul Muttalib, así también el ser parte de su sangre, por lo que Muhammad (BP) se integró a la familia de Abû Tâlib como un hijo más. Abû Tâlib para Muhammad (BP) era un padre cariñoso, un tío fiel y un maestro benévolo y compasivo. Entre tío y sobrino, existía tanta simpatía que podemos decir que las raíces de sus vidas y existencias estaban unidas fuertemente las unas con las otras. Este cariño tan grande fue la causa por la cual Abû Tâlib nunca se alejó de su sobrino Muhammad (BP) y lo llevó consigo a los bazares árabes, tales como “'Ukâdz”, “Muynah” y “Dhil-Muyâz”. Incluso cuando quiso ir a comerciar a Ash-Shâm, con una caravana de La Meca, no soportó la idea de alejarse de él durante un tiempo y como resultado lo llevó consigo.
Vemos pues, como Muhammad (BP), con doce años de edad montado sobre su camello, iniciaba un largo viaje en dirección a Yazrib (Medina) y Ash-Shâm.[15]
Entrevista de Buhaîrâ con Muhammad (BP)
Era el año 40 antes de la Hégira (583 d.C.). El monje Buhaîrâ se encontraba en su ermita, cercana a la ciudad de “Bosrâ” (en las proximidades de Damasco, capital del reino de los árabes gassaníes probizantinos), cuando de repente vio que se acercaba una caravana y cosa extraordinaria que una nube se iba desplazando en el cielo a su paso, proporcionándoles sombra, siempre al mismo ritmo de la caravana. Más sorprendente aún, cuando la caravana interrumpió su camino para descansar y aprovisionares de agua, la nube se detuvo también. Buhaîrâ salió de su ermita y solicitó a su ayudante: “¡Id a ese grupo y decidles que todos ellos son mis invitados!”
Todos acudieron a la comida a excepción de el joven Muhammad (BP) que se quedó, por encargo de su tío Abû Tâlib al cuidado del equipaje. Buhaîrâ examinó el rostro de todos y cada uno de los miembros de la caravana, sin poder descubrir en ninguno de ellos las señales que esperaba reconocer en aquél, a la espera del cuál los monjes se sucedían uno tras otro en la pequeña ermita de Bosrâ. Entonces preguntó: “¿Es que todos los miembros de la caravana se encuentran aquí?”
Contestaron: “Sí, excepto el joven que entre nosotros tiene menos edad”.
Buhaîrâ dijo: “Decidle que venga”. Fueron en busca de Muhammad (BP); cuando llegó, el monje quedó atónito mirándolo ya que la nube lo acompañaba. Después de terminar de comer le dijo: “¿Puedo hacerte una pregunta? ¡Jura por Lât y 'Uzza[16] que contestarás a ésta!”
A lo cual el joven Muhammad (BP) respondió: “Lo más odiado por mí, son esos dos nombres por los cuales me pides que jure”.
Ante esta contundente y clara respuesta Buhaîrâ dijo: “Jura pues por Dios que me responderás”.
“¡Haz tu pregunta!” Le respondió Muhammad.
Buhaîrâ después de una corta entrevista con el niño Muhammad (BP) y habiendo confirmado en su persona las señales de la profecía que sus Libros Sagrados relataban, le besó las manos y luego se tiró al suelo y le besó los pies y dijo: “Un gran futuro te espera, si estoy vivo para ese entonces, pelearé a tu lado en contra de tus enemigos, tú eres el más importante de los hombres entre los seres humanos”.
Entonces, volteando su rostro hacia los de la caravana preguntó en voz alta: “¿Quién es el padre de este joven?” Todos señalando a Abû Tâlib dijeron: “¡Es hijo de él!”
“¡No! ¡El padre de este joven no puede estar vivo!” exclamó Buhaîrâ, a lo cual Abû Tâlib afirmó: “Estás en lo cierto, él es mi sobrino”.
“Este joven tiene un futuro muy brillante e importante -continuó diciendo Buhaîrâ-, si los judíos ven lo mismo que yo estoy viendo en él sin duda lo matarán, ¡ten mucho cuidado que no lo dañen!”
“¿Por qué causa será odiado por los judíos?”, preguntó extrañado Abû Tâlib.
“En el futuro será un Profeta y el Ángel de la Revelación se presentará frente a él”, afirmó Buhaîrâ.
Ante esto Abû Tâlib repuso: “¡Dios no lo abandonará, Él lo cuidará de los enemigos y de los judíos!”[17]
Pastoreo y meditación de Muhammad (BP)
Aunque Abû Tâlib era uno de los hombres importantes del Quraîsh, no contaba con ingresos suficientes para sostener a su familia. Muhammad, que había llegado a la edad de la adolescencia, por naturaleza tenía deseos de trabajar para sostenerse a sí mismo y, de esa forma, quitar un peso de los hombros de su querido tío, pero ¿qué trabajo sería adecuado a su mentalidad?
Ya que Muhammad (BP), en el futuro, sería el Enviado Divino, y magno líder que debería enfrentarse con gente sin educación ni moral, pelear en contra de las supersticiones e ideas erróneas de la era pagana y establecer los pilares de la justicia y las verdaderas leyes de la vida del ser humano, vio conveniente aceptar el trabajo de pastoreo. Él llevaba a los borregos y otros animales domésticos de sus familiares y demás gente de La Meca a pastar en los campos de las afueras de la ciudad y cuidaba de ellos, el sueldo que recibía lo entregaba a su tío Abû Tâlib como una ayuda.[18] Realizando esta labor también de un ambiente limpio, lejos de todos los ruidos, disputas y polémicas de la gente de la ciudad. En las tareas del pastoreo adquirió una sabiduría muy útil, que se manifestaría más adelante en la época de la Misión Profética y durante su gobierno. De cualquier forma, en esta época de su vida hizo acopio de todas las virtudes: generosidad, buen temperamento, magnanimidad, paciencia e indulgencia al prójimo, veracidad y honestidad, y se alejó de los defectos éticos y morales. Era eminente entre la gente y alguien en quien se podía confiar y por ello le llamaban “Muhammad Al-Amîn” o sea, “Muhammad el Confiable”.[19]
Castidad y pureza de Muhammad (BP)
Cuando los instintos y fuerzas ocultas del hombre tratan de manifestarse, como resultado de la pubertad, cuando el niño pasa de la época de la infancia a la época de las pasiones y excitaciones y cree estar en un mundo diferente; es en este delicado momento cuando las perturbaciones, desviaciones, incontinencias y desenfreno atacan a los adolescentes. Si no se les presta una atención especial, o ellos mismos no tratan de protegerse y no someterse a los instintos en forma descontrolada, caerán en un abismo espantoso de perdición, que difícilmente les permitirá volver a ver, un día, el color de la felicidad y la dicha.
Muhammad (BP) vivía en una sociedad corrompida, en donde su ambiente estaba contaminado por los diferentes defectos éticos y morales, así como por los pecados. No sólo los jóvenes, sino que incluso los viejos de Al-Hiÿâz practicaban la inmoralidad sexual, llegando a tal extremo que en las calles y callejuelas colocaban banderas como señal de los centros de corrupción y como una invitación para aquellos que andaban en busca de la obscenidad; y en un ambiente tal Muhammad (BP), pasó de la infancia a la adolescencia y, a pesar de que a la edad de veinticinco años aún no había contraído matrimonio, las malas costumbres reinantes no influyeron en él, y nunca se le vio un acto incorrecto; sino que tanto sus amigos como sus enemigos lo presentaron como un ejemplo de virtudes y moralidad.
Un poeta que se encontraba al tanto del matrimonio de éste honorable con la gran dama del Quraîsh “Jadîÿah”, cuando describe y elogia a Muhammad (BP) lo hace con esa cualidad, tan sobresaliente en él, que fue la modestia. El mencionado compositor dice a Jadîÿah:
“¡Oh, Jadîÿah! tú llegaste a un nivel muy alto entre las gentes
Y sobresaliste de entre todos,
Contrajiste matrimonio con Muhammad
Y, como él, las mujeres de todo el universo no han dado a luz otro.
La buena moral, grandeza y modestia de este benévolo se encuentra y encontrarán para siempre juntas”.[20]
Otro de los poetas dijo:
“Si comparamos a Ahmad con toda la creación, él es superior, y sus virtudes son claras y evidentes para los del Quraîsh”.[21]
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[1] Bihâr Al-Anwâr, t.XV, p. 325.
[2] Bihâr Al-Anwâr, t.XV, p. 250.
[3] Kâmil at-Taûârîj, seg.parte, p.10; Tabaqât, t.I, p.61; Bihâr Al-Anwâr, t.XV, p. 125.
[4] Bihâr Al-Anwâr, t.XV, p.257.
[5] Bihâr Al-Anwâr, t.XV, pp.258-263.
[6] Bihâr Al-Anwâr, t.XV, pp.258-263.
[7] Sîrah Halabîîah, t.I, p.99.
[8] Extraído del Bihâr Al-Anwâr, t.XV, p.331 y 395; Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p. 159-160; Sîrah Halabîîah, t.I, p. 99.
[9] Bihâr Al-Anwâr, t.XV, pp.402 y 406.
[10] Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p. 168.
[11] Bihâr Al-Anwâr, t.XV, pp. 366, 382, y 402.
[12] Bihâr Al-Anwâr, t.XV, pp. 366, 382, y 402.
[13] Bihâr Al-Anwâr, t.XV, p. 336.
[14] Bihâr Al-Anwâr, t.XV, p. 142; Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p. 168.
[15] Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p. 180.
[16] Lât y ‘Uzza, dos de los ídolos que adoraban los árabes pre-islámicos y cuando era necesario juraban por ellos.
[17] Extraído de Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p. 181; I‘lâmul Warâ, p. 26; Bihâr Al-Anwâr, t.XV, pp.193 y 204.
[18] Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p. 167, nota de pie.
[19] Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p.183.
[20] Bihâr Al-Anwâr, t.XVI, p. 74.
[21] Bihâr Al-Anwâr, t.XVI, p. 75.
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