QOM,
Irán. (ABNA) — Algo que ha de separarse de otras cuestiones a
considerar, es la proximidad y el conocimiento que hemos de tener del
guía de la revolución islámica Hadrat Imam Jomeini.
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Aiatul•lâh Yavadí Amolí
Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA)
— En la época que desde la hauzah de Teherán me trasladé a la de Qom,
sus clases de Principios de Jurisprudencia (usûl al-fiqh) daban lugar a
una aglomeración de eruditos. Desde aquel entonces, ya era un hombre de
sólida formación en leyes y un espiritualista profundo. Supo combinar
las cuestiones en torno a los principios de jurisprudencia, que son
parte de las ciencias auxiliares en las ciencias religiosas, con
principios intelectuales y con el criterio común de las personas; en un
acerado análisis en el que sólo dejaba lugar a lo que no bajaba del
límite de lo concluyente, que es lo que influye en las ciencias
inductivas.
Era un hombre con un fino temperamento y una persona completa que perseveraba manteniendo sus esfuerzos. Sus exposiciones en las clases eran sólidas, tanto como sus comentarios marginales, es así que, sobre las materias del derecho, tuvo una opinión siempre clara y firme no dejando lugar nunca a ambigüedades o vacíos. El discurso de cada persona es un intérprete de su intelecto; la suficiencia del suyo evidenciaba su equilibrio y firmeza.
El comportamiento de Hadrat Imam Jomeini como profesor fue tal que el alumno tenía libertad e independencia, puesto que así -independiente y libre- era su propio temperamento. Censuraba con firmeza el comportamiento de algunas personas que consideraban una forma de talento el relacionarse con personas comunes y lograr beneficios mundanales por el intermedio de éstas. Reprochaba este proceder tanto en el transcurso ordinario de la clase, como en las charlas que daba tras las lecciones.
Un aspecto importante de la piedad de Hadrat Imam era su temperamento libre intelectualmente hablando. Nunca se complacía o lamentaba ante la prosperidad o la adversidad. Era un talabeh entusiasmado en el devenir de las ciencias con un espíritu elevado y superior.
Anualmente, y de forma especial al final del año académico, en los días benditos del mes de Ramadán y de Muharram, o en las vacaciones estivales, aconsejaba a los estudiantes. Sus consejos eran por sí mismos una clase que contemplábamos con el mismo criterio con que lo hacíamos con el programa oficial, que él ampliaba, tanto en los contenidos como en el espíritu de estudio.
Sus palabras eran las de un sabio prudente y espiritual, que hablaba tras entender y asumir interiormente un concepto, razón por la que su discurso llegaba a las profundidades de las personas.
No se dejaba engañar por ningún simulador o adulador. Para sus propios hijos no consideraba más atención que la necesaria, incluso para Aiatul•lah Mustafa Jomeini, siendo éste ya un hombre maduro y formado. No permitía que nadie interviniera en sus asuntos personales.
Su comportamiento sereno y gallardía causaban la atracción de los estudiantes.
El fallecimiento del Aiatul•lah Buruyerdi (que Dios santifique su morada), así como produjo un vacío también fue causa de una controversia, pero este gran hombre trató de mantenerse alejado de la escena. De esa forma, él llenó ese vacío mediante la moral divina. El Imam no invocó ningún liderazgo, pero al llegar los actos de la revolución, fue el mismo liderazgo el que fue en su búsqueda.
Encontrándose en Nayaf le pidieron permiso a Imam Jomeini para traducir al urdu su risâlah y enviarla a Pakistán. Él preguntó: “¿Acaso no disponen allí de otras risâlah?”. Le dijeron: “Por supuesto. Tenemos las de varios Marya’.” Hadrat Imam dijo: “Entonces esas son suficientes”.
En aquel largo período tanto los amigos como los enemigos se convencieron que él actuaba sólo para Dios, Glorificado Sea, Quien, sin duda alguna, protegió a esta persona (lo que por otra parte es más que evidente frente al mundo).
Luego del fallecimiento de Aiatul•lah Hadrat Buruyerdi, las autoridades religiosas de aquel período se hicieron responsables de los asuntos económicos de los talabeh, pero este gran faqîh se hubo de ocupar sólo de impartir enseñanza y educación. Eso fue así hasta que llegó un período electoral para las municipalidades y provincias, en las que hubo un nuevo proyecto del imperialismo que se planteaba en nombre de la libertad de la mujer, y que en realidad es la causa de la esclavitud femenina. Tras esto, poco a poco, hubo de surgir la vanguardia del levantamiento. Hubo una reunión en la que asistieron bastantes ‘alama’ y se estableció un criterio común, pero él, en sus propios comunicados y posturas, manifestaba directamente que atacaba a la raíz de la corrupción.
Recuerdo que algunas de las autoridades de Qom telegrafiaron al Sha para pedirle que obligue al Estado a dejar de lado ese tipo de desvíos religiosos. El Sha, como respuesta a aquel telegrama escribió: “Yo os deseo éxitos en vuestra tarea de guiar a las gentes en su religión”. Entonces, aquel profesor excepcional que fue Imam Jomeini cogió la pluma y en torno a ese comunicado escribió: “Te comunico a ti y a tu gobierno que eres pueblo y por tanto susceptible de ser guiado y orientado”.
Este tipo de sutilezas y ataques precisos era algo que los demás no se sentían capaces de realizar, puesto que el sólo hecho de leer esos comunicados causaba temor. De esta forma, poco a poco se dio inicio al período revolucionario. Corría el año 1342 H. S. Entre comunicados, telegramas, idas y venidas, mensajes telefónicos, disculpas, órdenes e indicaciones, llegó el día 25 de Shawual de 1372 de la Hégira lunar, correspondiente con el 2 de Farvardin de 1342 (22 de marzo de 1963), día del aniversario del martirio de Imam As-Sadiq (P). En la Escuela Feizîiah se inició la inolvidable tragedia perpetrada a manos de los esbirros del régimen corrupto de los pahlevi, al cometer la matanza de los estudiantes de la misma, así como de estudiantes de la Hauzah que estaban presentes en los actos. En aquel momento, los demás, viendo aquella brutalidad, temerosos, callaron, pero Hadrat Imam tomó la pluma y condenando al gobierno dijo: “Habéis dejado poca cosa a Gengis Khan”. Este comunicado aportó ánimo renovado a la Hauzah y a todo Irán.
El Imam aportó vitalidad a los espíritus y les dio fulgor. Revivificó las ciencias religiosas, y Dios, Glorificado Sea, por su parte, le concedió ayudas ocultas y excepcionales. El temor a la muerte desapareció con él; se disipó el temor a la cárcel, a ser desposeído, al exilio; el temor a la intimidación no encontró espacio en la Hauzah con él; ese miedo fue desechado por el mejor de los argumentos: « ¿Acaso no es cierto que los amigos de Dios no sienten temor ni se atribulan?» Iunus: 10: 63)
Esto lo suscribió con su comportamiento espiritual e intelectual; no temió ni atemorizó, fluyó e influyó. Hubo individuos que temieron y que atemorizaron, los hubo que se mantuvieron apartados o que condicionaron a los demás, pero el Imam vino a escena e instó a las gentes a ese mismo espacio. No temía ni atemorizaba, y aconsejó a los demás no temer. Decía: “La persona está viva para encontrarse con la faz de Dios. ¿Hay algo mejor que esto, que encontrar la faz de la verdad mediante el martirio?”. Él inspiró esta vitalidad a la Hauzah ‘Ilmîiah, devolvió notoriedad al Qom anquilosado, desempolvó el Corán para devolverlo a la sociedad, realzó la tradición profética acallada e hizo de la religión obsoleta una religión vigente y actual; de las normas divinas extrajo una ley capaz y comprensible y la aplicó en el ámbito de la sociedad. Tomó en una mano las joyas (de la religión) y en otra la espada, con esas joyas iluminó las hauzas y a las gentes de Irán, así como a los demás musulmanes del mundo, y con la espada -su pluma- dio un mensaje de revitalización de aquellas joyas; dio nueva vida a los anhelos de ser martirizado. Hizo evidente para todos que el alma es aquello que sirve para darlo por la redención, y que la religión vale lo suficiente como para llegar a dar por ella la vida.
De forma que contraer dificultades, esperar sacrificios, ser exiliado, prever la cárcel, la deportación, o la exclusión por causa de un principio religioso, fue asumida por maestros y dirigentes, así como por los estudiantes de ciencias islámicas.
El Imam en su manifiesto a la Hauzah ‘Ilmîiah en el bendito mes de Ramadán indicó que la difusión de las leyes divinas era el camino para preservar del peligro a los necesitados de protección.
De igual forma, en sus alocuciones y escritos, previno sobre los peligros del Sionismo diciendo: “Mientras este peligro esté ahí, el Islam seguirá muerto. El Islam volverá a vivir cuando este veneno mortífero quede fuera de la tierra islámica de Irán”. Puso énfasis en que el régimen pahlevi estaba conectado con América y el Sionismo y que mientras continuase en el poder, las gentes no tendrían bienestar ni éxito, no se liberarían de los peligros de la corrupción, ni obtendrían beneficiosos espirituales.
En base a estas estructuras espirituales, Hadrat Imam progresivamente introdujo el pensamiento, en todos los ámbitos, de que el Islam debía ser revitalizado como el agua que refuerza la rama marchita y hace posible que prospere. Por supuesto, que el agua llega a la planta y ayuda a que ésta florezca y verdee; luego la propia planta progresa y ofrece su sombra, la cual se proyecta cada vez más. El agua que penetra en la rama la arraiga. De esta forma, la sangre penetra en las bases de la religión y la hace crecer: «Y no penséis que los que han caído por Allah hayan muerto. Por el contrario, viven y están siendo agraciados junto a su Señor» (Aal Imran: 3 : 169)
Vuestra sangre no desaparecerá, sino que será resucitada cuando se produzca la compensación de las cosas, donde vuestro resarcimiento será el encuentro con la Faz de Dios. De esa forma, la religión es resucitada y su bendición permanece.
Él revivió este pensamiento en la Hauzah ‘Ilmîiah. El rumbo de la Hauzah se convirtió en aquel de los talabeh mártires, y su lucha en lo que luego llegó a ser la Revolución Islámica. A causa de esto, se incrementó considerablemente el número de detenciones y encarcelamientos durante los días correspondientes a los meses de Ramadán y Muharram, y correlativamente, en estos dos meses los delitos de orden social fueron estadísticamente menores; en cambio las transgresiones de carácter político, las condenas y las detenciones, así como las deportaciones, se incrementaron en estos períodos. De igual forma, en los meses de Ramadán y Muharram se prohibió a los ‘ulama’ escribir y hablar en público. Este país mantuvo el Libro y la Tradición. El bendito mes de Ramadán, en el transcurso del cual fue revelado el Corán, protegió al país, al igual que lo hicieron los meses de Muharram y Safar en los cuales se derramó la sangre del Imam Husain (P) para revivir la religión. Ello fue una protección para nuestra nación. En realidad lo fueron el Corán y la Pura Descendencia, que juntos constituyen dos bases esenciales establecidas por el distinguido Profeta (BP) cuando dijo: “Dejo entre vosotros las dos tesoros: el Libro de Dios y mi Descendencia”.
Estos dos elementos básicos fueron los que preservaron, si bien necesitaban un vocero. Ese vocero no fue otro que el gran líder de la Revolución Islámica Hadrat Imam Jomeini (que Dios santifique su morada), quien sacó al Corán y a la Sunnah y Descendencia del Profeta de su condición de extraños y apartados en que se encontraban, ubicándolos en el ámbito de la práctica. De esta forma, trajo este discurso desde la nostalgia y desde la distancia histórica, y nos dejó en este camino de obediencia a los dictados divinos y de entrega de la sangre, hasta recuperar el Islam de la simple evocación, y vuelva a su propia tierra, pues la tierra del Islam son las entrañas de los musulmanes. Los desterrados hicieron que el Islam se afianzara. Vivir furtivos hizo que el Islam se manifestara. Sufrir penalidades hizo que el Islam se acercara a los corazones. Estas bondades fueron producto del liderazgo de ese gran maestro, a quien deseamos que sea resucitado junto a las almas de los profetas y de los próximos de Dios.
Por supuesto, los otros guías religiosos -profesores y ‘ulama’- también emitieron y firmaron comunicados, y cada uno en su turno sufrió penalidades. Ellos también fueron objeto de insultos, daños y humillación, y desarrollaron actividades que evidenciaban que estos líderes religiosos no dejaron sólo al artífice de la revolución; es por eso que el día 25 de Jordad de 1343 cuando el Imam fue liberado y se trasladó a Qom, desde el mimbar de la mezquita A’dzam dijo: “Beso las manos de los marya’-ut taqlid”, puesto que vio en ellos condescendencia, compañerismo y aprobación en el discurrir. Aunque entre todos ellos el Imam Jomeini tuvo un lugar especial y un grado elevado, por lo que ha de ser estimado separadamente de las demás personalidades de su tiempo.
El régimen opresor del Sha, para debilitar las hauzas, desarrolló muchos esfuerzos para atraer a sus eruditos. En aquel momento, la intención del régimen de los tiranos pahlevi fue “debilitar a los teólogos”, para que, al mismo tiempo que las hauzas se debilitaran, se relacionaran a los grandes ‘ulama’ con el régimen. Se aproximaron a algunas de las personas más relevantes de entre estos, como el difunto Farzaneh, quien se contaba entre las personas más salientes en filosofía y ciencias inductivas en Isfahán, a quien invitaron a enseñar. Él se desmarcó de tal oferta diciendo: “En la actualidad me encuentro débil y sin fuerzas para la enseñanza, pues ya estoy viejo e incapaz para la asistencia regular a las clases”. Cuando se desalentaron de seguir insistiéndole, se dirigieron al difunto Aiatul•lah Muhammad Taqî Amolí -que fue comentador del Misbah Al-Huda y anotador del comentario del Mandzûmah- a fin de que enseñase en la universidad las ciencias argumentales y transmitidas. El difunto Aiatul•lah Amolí manifestó: “Ellos no quieren enseñanza, pretenden desprestigiarnos. Yo les di mis excusas explicándoles que mi estado no permitía aceptar tal proposición. Dijeron entonces: Si usted no viene a la universidad, cada semana un día, traeremos a los universitarios a su casa para que les imparta clases -en aquella época no era imaginable que esto llegase a ser así-”. Él contó: “Al ver que no tenía escape, rogué la intercesión de los catorce Inmaculados (P), de forma que prometí catorce salawât (bendiciones al Profeta y su familia) para que esa gente dejara de molestarme, puesto que de otra forma yo debería partir de allí. Por gracia divina esos salawât surtieron efecto y en virtud de ellos no volvieron a molestarme”.
Después de esto se dirigieron al difunto ‘Al•lâmah Rafi’î, quien, como era entrado en años, tenía una gran reputación y muchas personas notables tomaban clases con él. Les dijo claramente en un verso categóricamente, que no colaboraría.
En estas referencias hasta ahora expuestas puede comprenderse a lo que hubo de enfrentarse el Imam Jomeini. En aquellos días la asfixia a la que se sometió a las personalidades más importantes de las ciencias islámicas no dejaba otro camino que el de la intercesión y la súplica. El difunto Aiatul•lah Muhammad Taqî Amolí, desde su infancia había conocido las penalidades a causa del exilio del que fue objeto su padre. Antes de Reza Jan se pretendió ejecutar a Mol•la Amolí, como ya lo habían hecho con Aiatul•lah Fadlul•lâh Nûrî, pero como la sangre de éste afectó fuertemente a la sociedad, no se atrevieron a asesinarlo, sino que lo exiliaron por largo tiempo.
Ante estas dificultades y presiones, Imam Jomeini se levantó y transformó todo el sistema; es por eso que si alguien siguió el camino del Imam su acción fue muy loable, pero es el Imam el que realizó la tarea más importante. Él fue el primero que, en la época contemporánea, pudo levantarse contra el régimen tiránico y, con la ayuda divina, sepultarlo en el olvido.
Traducción: H A F G
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