En el Nombre de Dios, El Compasivo, El Misericordioso
As salamu alaikum. Mi nombre es Néstor Daniel Pagano, soy argentino, nacido en 1962 en una familia no religiosa. Mi primer contacto con musulmanes fue en 1985 poco después del mes de Ramadán. Me acerqué a un Centro Islámico en la ciudad de La Plata, donde vivo, con la intención de aprender algo de árabe y conocer un camino espiritual. Tres meses más tarde estaba realizando mi "shahada" con el Imam Mahmud Husein ante un pequeño grupo de musulmanes, algunos de ellos muy conocidos en Argentina (Ammar Ibrahim Orazi, Hasan Abdul Alí Bize, Abdul Latif Martinez, Saleh Estomba entre otros). En 1986 estuve enfermo y no pude ayunar, por lo que mi primer Ramadán fue en 1987. Pero no es de esa primera experiencia que quiero contarles, sino de mi ayuno de Ramadán de 1989.
Para ese momento, el Centro Islámico de La Plata se había cerrado y el grupo se había lamentablemente disgregado, por razones que no vienen al caso. Yo me encontraba sólo en una ciudad donde no conocía musulmanes, sin conocer los centros o mezquitas de Buenos Aires, en una época difícil en varios sentidos. Estaba tratando de iniciar mi profesión como médico veterinario, tratando de organizar mi vida en un momento político de mucho caos en mi país. Estaba tratando de no abandonar el Islam, de mantenerme firme en la promesa hecha a Allah de continuar este camino pese a las circunstancias. La mayoría de los que abrazamos el Islam, lo hacemos con mucha convicción, pero no se trata de una herencia familiar o una nacionalidad que uno lleva en forma indeleble: siempre uno puede dar marcha atrás de su decisión y de hecho algunos convertidos un tiempo después abandonan el Islam al desilusionarse con los musulmanes o al no encontrar lo que buscaban. El Islam nunca jamás puede desilusionar a un creyente sincero, a un buscador auténtico. Pero los musulmanes contínuamente desilusionamos a los que se nos acercan. Y sea por la mala conducta de nosotros, los musulmanes, o por no poder brindarles a los buscadores aquello que el Islam ofrece (por no saber explicarlo o no saber traducirlo bien), lo cierto es que no es algo raro que los nuevos adherentes al Islam terminen apartándose de su práctica, quedando como simpatizantes externos del mismo. De hecho, cuando me enfermé en 1986 estuve alejado del Islam por 6 meses. Pero luego de retornar, lo abracé con fuerza, firmeza y decisión, y en 1988 tuve la oportunidad de realizar mi circuncisión. En ese momento supe en mi corazón que era algo para siempre, y puse la firme intención de no dar marcha atrás. De hecho, ya no podía volver a lo que era: me había sacado una parte de mi cuerpo y era irreversible. Así también mi decisión de seguir el Islam era irreversible.
Pero Allah dice "¿Acaso piensan los creyentes que les dejaremos decir '¡Creemos!' sin ser probados?" (29:2) Y la prueba de mi decisión vino cuando poco tiempo después el grupo de La Plata se disgregó y yo quedé sólo siguiendo este camino sin compañía, sin guía, en la más completa, compleja y difícil soledad.
Hoy muchos musulmanes viven en una situación de aislamiento y soledad, pero cuentan con internet que les permite estar conectados virtualmente con otros musulmanes, mantener contacto, conocer personas que siguen el mismo camino, acceder a material de lectura y consulta, tomar la guía de hermanos con conocimiento y estudios, etc. Les pido a todos que imaginen por un momento que no tuvieran internet ni acceso a ella, ni conocieran ninguna mezquita ni a ningún musulmán en su ciudad ni en su país.... Así estaba yo en 1989 cuando llegó el mes de Ramadán. Por aquel entonces era el mes de Abril, otoño en la Argentina. No recuerdo dónde había leído que en el momento del desayuno, el musulmán tiene derecho a pedir algo a Allah y le es concedido. Entonces, en cada momento del corte de ayuno de ese mes yo invocaba a Allah por el derecho de Ahlul Bait (P), reclamando por ese derecho a pedir por una necesidad que me era angustiante. Le pedí durante todo el mes a Allah que antes del próximo Ramadán yo pudiera contar con una de dos cosas que necesitaba: una esposa que fuera mi compañera en este camino, con quien realizar un matrimonio islámico y tener una familia buena, o un maestro que me guiase en mi camino en el Islam.
Quizás alguno de ustedes sonría ante este pedido de dos cosas tan disímiles. Pero en aquel momento, con mi juventud y toda mi ingenuidad e inocencia, esos eran mis mayores anhelos. Y me conformaba con uno de ellos, nada más.
Pasó el tiempo, el país se sumergió en situaciones políticas muy dramáticas con una tremenda crisis económica y la renuncia del presidente de ese momento, mi situación económica se tornó muy difícil como la de todo el mundo y yo (sin olvidarme de mis necesidades anteriores) no realicé ningún esfuerzo de búsqueda espiritual, aunque siempre me mantuve en la práctica del Islam. Un hermano se apareció un día en mi negocio a invitarme a la mezquita Tauhid de Buenos Aires y yo fui recordando esos dos anhelos pedidos durante Ramadán, aunque con pocas espectativas. Se organizaron reuniones entre jóvenes musulmanes para hablar de distintos temas del Islam, donde conocí a una joven musulmana recién islamizada (María Isabel Amoretti, que en aquel momento usaba el nombre "Shamsi" y ahora usa "Zahra") a quien, después de verla dos veces, sin más vueltas le pedí matrimonio. Nos comprometimos con la intención de formalizar un matrimonio permanente 6 meses después, si todo marchaba bien entre nosotros. Pero las cosas se precipitaron imprevistamente y terminamos casándonos el 15 de Shaabán del año 1990, 15 días antes del siguiente Ramadán. Nos casó un sheij recién llegado a la Argentina desde Irán, que no hablaba español en absoluto y a quien yo no conocía: el sheij Moallemi Zadeh, quien luego se convirtió en mi maestro de Islam, mi guía espiritual y con quien aún mantengo un profundo vínculo de estrecha amistad que nos ha permitido en estos años realizar una enorme cantidad de trabajos en castellano por el Islam (un catálogo confeccionado por la Sección de habla hispana de la Fundación Imam Ali reúne 70 títulos que son el resultado de más de 20 años de esta relación).
No fui conciente de este hecho sino hasta unos años más tarde, pero Allah me había concedido las dos cosas que supliqué con tanto anhelo y fervor durante aquel mes de Ramadán de 1989, tal como las había pedido: para el siguiente Ramadán ya tenía como esposa a una fiel compañera a la que sigo amando profundamente y ha resultado un fuerte sostén para mi continuidad en esta noble religión, y además ya tenía un maestro que sería mi guía religioso y espiritual que me permite seguir avanzando con inagotable vitalidad dentro de este camino. Al hamdu lil Lah, Rabbil alamin.
Pasaron muchos años, muchos ayunos, muchas situaciones distintas, innumerables circunstancias y pruebas que tuve que afrontar. Nunca más Allah me volvió a conceder un pedido tan preciso y hasta caprichoso de una manera tan exacta como esa, aunque nunca me Ha abandonado. Siempre lo sentí cerca y siempre me sentí protegido por El. Pero muchas otras veces le pedí cosas como en aquel momento y no me fueron concedidas con esa precisión. Sin duda que fue así para mi bien, porque El concede no según el capricho de la gente sino lo que es mejor para cada uno. Entonces, debemos reflexionar profundamente en qué es lo que más necesitamos para nuestras vidas y qué es lo que nos produciría el mejor resultado. Y entonces, pedirlo con fe y firmeza a Allah. Pues El dice en medio de unas aleyas sobre las normas de ayuno en la sura 2 del Corán:
"Y cuando Mis siervos te pregunten por Mí (sobre Mi Cercanía o Lejanía, diles que) ciertamente Yo estoy cerca y respondo a la invocación del suplicante cuando Me ruega. ¡Que Me escuchen, pues, (a Mí y a Mis Profetas) y crean en Mí! Quizás así sean bien dirigidos." (2:186)
Espero que mi experiencia les pueda servir a otros hermanos de inspiración y esperanza para sus momentos angustiantes. Todos tenemos momentos y situaciones angustiantes que son pruebas para nosotros. Lo importante es saber tener paciencia y firmeza ante la prueba. El ayuno de Ramadán es un entrenamiento para esto.
Saludos a todos y que tengan un feliz y próspero mes de Ramadán..
Y no hay Fuerza ni Poder sino en Allah Ta´ala.
Que Las Bendiciones y Paz sean sobre nuestro Profeta Muhammad y sobre su familia purificada.
Dr Néstor Daniel Pagano
(Abdallah Yusuf de La Plata - Argentina)
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